Los entusiastas tienen el don de la intensidad: se maravillan, se electrizan, se inflaman como velas al viento.
Frente al relativismo al que invita la realidad con su miríada de matices y sus preguntas sin respuesta, no se renuncia a la ilusión aun a riesgo de parecer ilusos.
El carácter enigmático de este empuje vital que no parece dejarse convocar - aunque sí cultivar -, ya está presente en la propia etimología de la palabra: deriva del griego enthousiasmos ( inspiración divina, éxtasis ,arrebato), que a su vez se formó a partir de entheos o enthous: ¿ No es el sentimiento de estar poseído por una fuerza que nos acompaña la que nos hace vibrar con lo que nos gusta y nos vuelve alegres, intrépidos y creativos con nuestra propia vida y los proyectos que acariciamos?
Nada se puede llevar a cabo sin cierta entrega. En cualquier tarea el entusiasmo marca la diferencia entre lo que se hace por obligación y lo que obedece al deseo y al crecimiento.
El entusiasmo tiene que tener un poder transformador.
El reto está tanto en acompañar el entusiasmo de lucidez como en lograr que no resulte vacuo o una mera explosión de vitalidad.
Interesa en la medida en que mueve la acción y alcanza a los demás. Al igual que la felicidad, solo parece tener sentido si trasciende a quien lo siente.
El entusiasmo pide ser compartido y propagado, encontrar o suscitar otros entusiasmos con los que seguir viviendo y cooperar. Por eso, cuando no se siente, puede ser útil acercarse a quien lo desprende.
El entusiasmo se puede generar. Basta con elegir algo por lo que se pueda sentir, aunque sea pequeño, y atreverse a comprometerse con ello y permitirnos que suceda.
Entusiasmarse puede llevar a verdaderos cambios. La vitalidad y habilidad para lograr nuestros sueños dependen de la capacidad de experimentarlo.
Si nos dejamos<<>> el efecto del entusiasmo toma todo su impulso
Frente al relativismo al que invita la realidad con su miríada de matices y sus preguntas sin respuesta, no se renuncia a la ilusión aun a riesgo de parecer ilusos.
El carácter enigmático de este empuje vital que no parece dejarse convocar - aunque sí cultivar -, ya está presente en la propia etimología de la palabra: deriva del griego enthousiasmos ( inspiración divina, éxtasis ,arrebato), que a su vez se formó a partir de entheos o enthous: ¿ No es el sentimiento de estar poseído por una fuerza que nos acompaña la que nos hace vibrar con lo que nos gusta y nos vuelve alegres, intrépidos y creativos con nuestra propia vida y los proyectos que acariciamos?
Nada se puede llevar a cabo sin cierta entrega. En cualquier tarea el entusiasmo marca la diferencia entre lo que se hace por obligación y lo que obedece al deseo y al crecimiento.
El entusiasmo tiene que tener un poder transformador.
El reto está tanto en acompañar el entusiasmo de lucidez como en lograr que no resulte vacuo o una mera explosión de vitalidad.
Interesa en la medida en que mueve la acción y alcanza a los demás. Al igual que la felicidad, solo parece tener sentido si trasciende a quien lo siente.
El entusiasmo pide ser compartido y propagado, encontrar o suscitar otros entusiasmos con los que seguir viviendo y cooperar. Por eso, cuando no se siente, puede ser útil acercarse a quien lo desprende.
El entusiasmo se puede generar. Basta con elegir algo por lo que se pueda sentir, aunque sea pequeño, y atreverse a comprometerse con ello y permitirnos que suceda.
Entusiasmarse puede llevar a verdaderos cambios. La vitalidad y habilidad para lograr nuestros sueños dependen de la capacidad de experimentarlo.
Si nos dejamos<<>> el efecto del entusiasmo toma todo su impulso